“La aparente irresponsabilidad del inatento”

Parece que siempre estás esperando a que madure, a que un día se levante y haga sus cosas él sólo, sin que tú se lo digas. Pero parece que ese día no llega nunca, tu hijo o hija sigue cumpliendo años, y tú tienes que seguir estando ahí, encima de él, para que cumpla con sus obligaciones.

De vez en cuando te confías, porque tienes más ganas que nadie de soltarle, y dejas de supervisarlo durante un par de semanas. Cuando vuelves a meter cabeza, te encuentras varias situaciones:

  • Le han dicho lo que tiene que hacer,… pero se le ha olvidado que tenía que hacerlo.
  • Se ha puesto a hacerlo,… pero no lo ha terminado,… y ha olvidado que lo tenía que terminar.
  • Lo ha hecho, de aquella manera, escueto, incompleto,… insuficiente.
  • Lo ha hecho,… pero no lo ha entregado.
  • Lo ha entregado,… pero no ha seguido las instrucciones que le daban sobre cómo tenía que hacerlo.

Y vuelves a enfadarte con él y contigo. Con él porque sigue sin madurar, y contigo por haberle soltado. Y no es un enfado, es un soberano enfado. Un enfado que sientes encima, un enfado que te empuja a hacer algo para quitártelo. Un enfado que ya conoces porque has vivido muchas-muchas veces.

¿Lo peor que puedes hacer?, pues sacar ese malestar contra él. Porque todo lo que hagas cuando tienes emociones intensas encima, no son acciones educativas, son desahogo. Y si le dices que es un irresponsable, que es un vago, que no se puede confiar en él,… sólo estarás acabando de convencerle de ello. Y, en sus próximas acciones va a funcionar en base a cómo su madre le ha dicho que es.

Y tu hijo seguramente quiere hacer las cosas bien, y no quiere provocar semejante situación familiar. Se siente fatal, y se promete a sí mismo,… y a ti también, que no va a volver a pasar, que a partir de ahora va a hacerlo bien. Pero eso le dura dos días, lo que le dura el malestar emocional. Pero cuando el malestar baja, él vuelve a su naturaleza de estar centrado en lo que le llama la atención, en lo que realmente tiene interés para él, y abandona, sin quererlo, lo que había prometido. Con ello, tenemos asegurada la misma escena familiar un par de semanas más tarde. Entonces ¿volvemos a repetir lo mismo?… si no te ha dado resultado, igual es momento de cambiar la solución.

Huye de “tienes que ir haciendo”, “vete estudiando”, “ponte un rato con ello”. Concreta en papel grande y visible todo lo que hay que hacer, ejercicio a ejercicio, tarea a tarea. Hay que concretar los días en los que se va a trabajar y lo que se va a hacer cada día. No se planifica basándose en el tiempo, se planifica en base a la terminación de las tareas. Él tiene que hacer y tú tienes que supervisar a diario. Y, consecuencias. Si cumple con lo establecido, puede salir y jugar, sino pues no. Y, el resto del tiempo, disfruta de tu hijo.

EL CEREBRO DE UN INATENTO NO SE MODIFICA CON EMOCIONES NEGATIVAS, SE MODIFICA TRABAJANDO.